No me entiendo con mi jefe en el restaurante ¿qué hago?

¡Hola amigos! Feliz otoño para todos, ¿preparados para el frío? Qué tal calentar un poquito el ambiente con un debate sobre una de las interacciones que más dolores de cabeza da: la relación con el jefe. Uy uy uy,.. tema peliagudo donde los haya… ¿Quién se moja?
En casi todos los puestos nos encontraremos con supervisores o responsables, e inevitablemente habrá diferencias y hasta discusiones. Somos humanos, cada cual con su ego y bajo la presión del estrés… garantizado: en algún momento saltarán chispas.
Parecemos programados para detestar la figura de los jefes, mal predispuestos a relacionarnos con ellos desde siempre. Pero en algún momento algo tendrá que cambiar. El jefe no tiene por qué ser un déspota o el malo de la película. Hay que estar en esos zapatos, lo más seguro es que él también esté bajo mucha presión. Hemos de aplicar aquello de “ponerse en el lugar del otro”. Quizá esta persona no esté tan separada de ti como crees, y ambos tengáis cosas para aprender el uno del otro.
¿Qué es para mí una discusión?
Una conversación entre dos que no consiguen conciliar sus PUNTOS DE VISTA. En este sentido -y visto de otra manera- no están hablando entre sí, sino hablándose cada cual a sí mismo. Y lo que te dices a ti mismo en una discusión es: hay algo sobre mí que no acabo de entender, y lo proyecto en ti para poder identificarlo y desarticularlo. Como si de un espejo se tratara, cuando te enfadas con tu jefe es porque estás viendo cosas tuyas en él, y como no te gusta lo que ves de ti, te enfadas con él.
Hay algo aquí que está haciendo ruido y es la necesidad de querer tener razón, de que las cosas se hagan a tu manera. Se trata de tu punto de vista, y eso siempre va a estar coloreado por tu perspectiva, tus creencias, tus miedos, lo que hará aún más difícil que entiendas a la otra persona, y le confrontes. Pero he ahí el quid de la cuestión: cualquier cosa que yo perciba “en contra mío”, la he creado yo mismo posicionándome primero.
¿A ver, cómo salimos de este embrollo?
Lo sé, parece un rompecabezas, pero tiene salida. Se sale en cuanto uno de los dos cede, cuando consigue renunciar a la necesidad de defender su punto de vista. Al hacer esto -y aquí es donde está la magia-, adopta el punto de vista del otro, reconociendo que tiene partes positivas, lo acepta, lo entiende y lo integra. Esto te permite observarte a ti mismo desde un lugar diferente. Te permite darte cuenta de que “todo lo que yo creía que era malo, en realidad, simplemente tenía otro punto de vista”. No hay confrontación posible una vez dado este paso. Deja de existir el malo de la película, desaparece la jerarquía y aparece la colaboración. Habrá quien considere que una de las partes pierde, pero yo no estoy de acuerdo, yo creo que aquí ganan los dos.
La paciencia es una virtud
En lo que se ve claramente este juego (utilizo la palabra “juego” para que aprendas a no tomártelo tan en serio), es en la percepción del tiempo. Donde uno puede estar viendo estancamiento, tedio o bloqueos, el otro ve maduración, ve maceración, algo está embrionándose, algo está germinando. Quizá se trate de un cambio espectacular contigo como protagonista.
En la situación conflictiva que te ocupa, puede haber algo que desconozcas o que aún no estés listo para entender. Has de mantener la calma mientras llega la información. Por eso es tan importante tener paciencia.
No way, you´ve got to be kidding me
Que sí, que sí, mira te lo pondré con un ejemplo:
Vamos a suponer que un buen día el jefe decide valorar la carta de vinos, y te manda a la bodega para un inventario de los que os quedan en stock. Hay que diseñar con ello una estrategia para el futuro del restaurante y quiere tu opinión.
“Uuuf, que rollazo, la cueva oscura de la bodega, que palo más grande” (Ves, aquí estaría el “polo negativo” de mi último artículo empezando a hacer de las suyas).
Al acabar, os juntáis para el balance y tú concluyes catastrofistamente que, sin una buena inversión de al menos 100 vinos buenos, no será posible mejorar las ventas de esa parte de la carta.
“Aha”, tu jefe se rasca la barba unos segundos… y luego va y te suelta: “Pues muy bien, vamos a comprar 1000”.
Tú, en tu ofuscación y desde tus propios filtros y creencias, piensas:
- se ha vuelto loco
- se está quedando conmigo
- me está vacilando
… y todas esas percepciones propias de un cerebro en “modo pie izquierdo”.
Podrías estar pensando con frustración: “¿por qué en vez de hacer esa inversión loca no usa ese dinero para subirme el sueldo y que yo esté más contento? Si supiera motivarme seguramente yo vendería más. Jopeee…”.
Luego pasarías el resto de la semana agobiándote con el peor de los pronósticos, criticando con los compis y organizando en tu cabezota fantasiosa una especie de motín para frenar la locura que se ha apoderado de tu jefe.
Pasados unos días, “el ogro” te manda llamar a la temible dimensión de su “despachito” -ese cuchitril desordenado con estanterías llenas de papeles que amenazan hundir la oficina hasta la estación del metro que hay debajo-.
Tú vas allí con paso decidido, dispuesto a mandar todo a volar por el aire, (“este se va a enterar…”), y de paso soltarle cuatro cositas a la cara porque, ya sabes, los jefes son los malos malísimos, alguien tiene que hacerles frente y ponerlos en su sitio. Y tú vas a representar a todos los empleados cabreados del mundo y DESFOGARTE (¿ves la cantidad de energía que hay desperdiciada aquí?).
Irrumpes en la oficina con un seco: “tenemos que hablar”. Pero tu jefe, todo entusiasmado te interrumpe contándote un plan:
“Mira José, he estado dándole vueltas a la cabeza y realmente quiero darle un vuelco a la oferta de vinos. Y he pensado en ti porque es innegable que los vinos son lo tuyo, eres buenísimo recomendando y vendiendo. ¿Preparado? ¡Vamos a transformar el restaurante en un Wine Bar, y tú vas a ser el nuevo sommelier y máximo responsable! Voy a comprar los 1000 vinos… No me mires así, podemos acordar una especie de comisión por cada botella que vendas, si te parece… Te he interrumpido, ¿qué ibas a decirme? … (sonido de grillos, jaja)
El árbol no nos deja ver el bosque
Ofuscado por tu percepción de la situación (que no estás consiguiendo lo que quieres), no eres capaz de ver que podrías estar consiguiendo algo MEJOR. No solo no puedes extraer el germen positivo que contiene, sino que incluso ¡lo recibes como todo lo contrario!
No es para que te machaques, este no es el cuento de Dr. Jekyll y Mr. Hide. Sin embargo, existe un antídoto para este comportamiento: agradecer y apreciar, aún antes de haber recibido nada. Voy a repetir esto: el truco para evitar los conflictos es AGRADECER Y APRECIAR.
Podrías ir camino de un éxito sin precedentes
Ese tiempo durante el que sentías que “pringabas haciendo de camarero raso con todo lo que sabes de vinos” igual era necesario para que adoptaras otra manera de pensar y funcionar. Una más flexible, más creativa, más positiva.
Podría ser al revés, podría ser que él te esté esperando a ti, teniéndote paciencia de que aprendas, de que te transformes, hasta que consigas alinearte con esa nueva manera de SER, una de pensar en GRANDE.
Activando el pensamiento creativo
Con el tiempo llegarás a ser un alquimista, un experto en transformar las situaciones aparentemente negativas en ORO, en un aprendizaje espectacular, para tu avance, para tu refinamiento, para tu felicidad.
Es abandonar la necesidad de tener razón, de reafirmarme tozudamente en como YO creo que deberían ser las cosas. Desde la óptica positiva podrás CONFIAR. Como en la historia de antes, comprar 1000 vinos ciertamente puede ser muy positivo. Pero tú siempre podrás elegir:
Reacción negativa: “…esto será la ruina” / Reacción positiva: “¡¡pues vamos a venderlos!!”
Conclusión: Tu jefe eres tú
Piénsalo así, ve a tu jefe como un tú del futuro, una figura que te está ayudando a conquistar la mejor versión de ti mismo. Él es tú, pero con más camino y experiencia recorridos, eres tú una vez pasadas y aprendidas estas pruebas, estas lecciones. Y he ahí la razón de por qué, a pesar de vuestras diferencias, en el fondo le admiras y le aprecias. Lo que significa que él también te aprecia a ti, precisamente porque cuando te mira se ve a sí mismo a tu edad, con lo cual puede entenderte mejor que nadie. ¿A que ya no lo ves como un ogro malísimo?
En fin, si aun así algo sale rana y los platos vuelan por el aire, siempre tendremos el “errar es humano y perdonar es divino”. Las personas tenemos la capacidad de reconocer nuestros errores, pedir perdón y rectificar. Cuando los cimientos de una relación son fuertes, ésta puede aguantar las tormentas que le caigan, y siempre volverá a salir el sol.
Hasta otro post amigos. Gracias por leerme y participa con tus comentarios.
Xavi Iglesias
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