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No es el equipo, es el sistema: por qué la descoordinación cuesta más de lo que parece

por | Nov 17, 2025

Por Marta Gómez, consultora estratégica y mentora de restaurantes | Noviembre es un mes de transición. Para algunos restaurantes, llega después del verano con la sensación de haber sobrevivido a la temporada. Para otros, es justo lo contrario: empieza la recta hacia la Navidad, con reservas de grupos, cenas de empresa y jornadas que vuelven a alargarse.

Pero en ambos casos pasa lo mismo: la gestión queda en segundo plano. O bien por cansancio, o bien porque “ahora no hay tiempo”. Y ese es el momento en que muchos negocios repiten un patrón que ya conocen: seguir resolviendo el día a día sin revisar cómo se está trabajando por dentro.

Porque la realidad es que no basta con que el restaurante funcione. Lo importante es que funcione sin agotarte, sin depender de ti y con un margen que recompense el esfuerzo que hay detrás.

El desorden que se normaliza

Hay cosas que no funcionan bien desde hace tiempo, pero como son el día a día, nadie las cuestiona. Un pedido erróneo que no se descuenta de la factura, un producto que caduca, errores a la hora de comandar o una mesa mal cobrada.

No parecen grandes fallos, pero acumulados, desgastan y cuestan dinero. Y lo más peligroso es que se normalizan: el restaurante sigue llenándose, el servicio sale… pero por dentro, todo está cogido con pinzas.

Esa descoordinación se traduce en más estrés, más rotación, más pérdida de control. Y aunque los números no lo muestren de inmediato, la rentabilidad se resiente. Y es justo ahí cuando aparece una trampa muy habitual.

El “ya lo miraré” que nunca llega

En hostelería, esta frase es casi universal: “Cuando pase esta racha, me pongo a organizarme.”

Pero esa racha nunca pasa. Porque siempre hay algo: un puente, una baja, un proveedor que falla o un nuevo pico de trabajo. Y así se instala una dinámica peligrosa: el negocio avanza por inercia, no por decisión.

El propietario acaba atrapado en la operativa, con la sensación de que sin él nada funcionaría igual. Y cuando todo depende de una persona, el crecimiento se estanca.

No es el equipo, es el sistema

Cuando las cosas no van bien, solemos mirar al equipo. Pensamos que falta compromiso, iniciativa o implicación. Pero casi siempre, el problema no es de actitud, sino de estructura.

Si cada uno hace las cosas a su manera, es porque no hay un método común. Si nadie asume responsabilidades, es porque el sistema no las define. Y si el propietario no puede delegar, es porque no existe un marco que le dé confianza para hacerlo.

Un equipo descoordinado no es un mal equipo. Es un equipo sin referencias claras de cómo trabajar.

Cómo la descoordinación afecta a la rentabilidad

La rentabilidad no solo depende del ticket medio o del coste de producto. También depende de la eficiencia interna: cómo se usa el tiempo, cómo se comunican las decisiones y cómo se ejecutan las tareas.

La falta de organización genera tres costes invisibles:

1. Costes operativos. Pedidos sin revisar, mermas, tareas que deberían hacerse y vuelven a ti, errores de comunicación… pequeñas fugas que, sumadas, reducen el margen.

2. Costes humanos. El estrés del desorden desgasta al equipo y aumenta la rotación. Cada baja o cambio implica volver a formar, reajustar y volver a empezar.

3. Coste estratégico. Cuando el propietario está absorbido por el día a día, no hay espacio para gestionar, analizar ni mejorar. Y un negocio que no mejora, solo sobrevive.

Noviembre: el momento de parar entre dos temporadas

Entre el cierre del verano y el inicio de la campaña navideña, para muchos noviembre es una ventana perfecta para hacer balance. Un pequeño alto en el camino para revisar qué ha funcionado, qué no y qué se puede ajustar antes del nuevo pico.

Lo cierto es que no hay un mes perfecto para hacer balance.
Algunos restaurantes cierran el verano agotados y con ganas de revisar lo ocurrido; otros se preparan para el siguiente pico, con reservas navideñas y poco margen de maniobra.

Pero lo cierto es que, en algún momento, hay que parar para mirar el negocio con perspectiva.
No para analizarlo desde la urgencia, sino desde la calma.
Ese momento —da igual si llega en noviembre, enero o marzo— es el que marca la diferencia entre repetir un año más igual o empezar el siguiente con otra mentalidad.

Parar no significa desconectarse, sino observar con más claridad.
Hacerte preguntas que, durante el día a día, no encuentras tiempo para plantearte:

  • ¿Qué tareas siguen dependiendo exclusivamente de mí?
  • ¿Dónde se repiten los errores?
  • ¿Qué decisiones no están asignadas a nadie?
  • ¿Qué procesos se improvisan cada día y podrían tener un método?

Responderlas ahora puede marcar la diferencia en diciembre y, sobre todo, en 2026.

La eficiencia como ventaja competitiva

El próximo año no premiará a los que trabajen más, sino a los que trabajen con más claridad. La rentabilidad no se consigue llenando mesas, sino haciendo que el esfuerzo diario sume y no se pierda por desorganización.

Un restaurante eficiente no es el que más corre, sino el que puede mantener su ritmo sin depender de la suerte ni del estado de ánimo del día. Ahí es donde el esfuerzo se convierte en resultados.

Conclusión: antes de volver a correr, decide hacia dónde

El final del año no es solo cierre contable, es un punto de inflexión. Puedes entrar en la campaña navideña con el mismo sistema que te deja agotado cada verano… o usar estas semanas para revisar, ajustar y planificar.

Porque organizar no es burocratizar, es liberarte del desorden que no te deja avanzar. Y la decisión de hacerlo no se toma en enero. Se toma ahora.

Si este tema te interesa y quieres seguir profundizando en cómo organizar, rentabilizar y dirigir tu restaurante sin perder el equilibrio, puedes suscribirte a mi newsletter semanal. Comparto aprendizajes reales del sector, reflexiones y estrategias prácticas que ayudan a muchos hosteleros a gestionar mejor sus negocios. Si te apetece recibirla, puedes suscribirte aquí

Marta Gómez, CEO y Fundadora de Gestiorante

Marta Gómez Cortijo se formó inmersa en la hostelería familiar antes de forjar una carrera en grandes empresas, lo que le dio una visión dual: la pasión del restaurante y la rigurosidad del negocio. En 2019 fundó Gestiorante con el propósito de “transformar tu restaurante en un negocio rentable sin estar atrapado en él”.

Desde entonces, Marta ha ayudado a decenas de negocios gastronómicos a profesionalizar su gestión, mejorar el liderazgo de sus equipos y optimizar sus resultados a través de metodologías adaptadas al sector. Su perfil como consultora, formadora y speaker se traduce en colaboraciones con medios especializados de hostelería, participación en congresos clave y contenido divulgativo sobre la importancia del talento, la rotación y la eficiencia en restauración.

Gracias a su trayectoria, Marta se ha convertido en un referente de la gestión hostelera, aportando al sector una mirada estratégica que va más allá de la cocina: equipos motivados, procesos eficientes y rentabilidad sostenible, elementos clave de la restauración moderna.

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