Maquillaje, uniformidad y estética. ¿Dónde está el límite?

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Redacción | Madrid

Ayer por la mañana nos llegaba la consulta de un lector vía Facebook (tú también puedes ponerte en contacto con nosotros y preguntarnos a través de la web o esta red social). Este lector nos preguntaba sobre la obligatoriedad de llevar maquillaje para las chicas que trabajan en un restaurante. En concreto, él se refería a las compañeras empleadas de un restaurante dentro de un hotel de 4 estrellas. Este trabajador nos explicaba que, según su opinión, no debe ser obligatorio llevar maquillaje. “Mientras vaya presentable estéticamente, no hace falta que esté maquillada, y más si no se encuentra cómoda”, afirmaba y lo comparaba con el trabajo en otro tipo de negocios: “es como si uno trabaja en un bar de copas y le obligan a hacerse un tatuaje o piercing. Hay que ser natural”.

Desde Barra de ideas nos parecía una reflexión muy interesante porque abordaba un tema, el de la uniformidad y la estética, en el que ya habíamos detectado que no existía un criterio único (¿lo hay sobre algo?). Así que rápidamente escribimos a algunos de nuestros colaboradores habituales: consultores, formadores, hosteleros, para saber qué podían decirnos sobre este tema.

La primera en contestarnos, rauda y veloz, fue Eva Ballarín. Ella nos explicaba que en hostelería, la norma básica es atender al cliente con excelencia. “Hay ciertas pautas estéticas que lo garantizan: higiene personal y una presencia (no hablamos de belleza, medidas o el largo del pelo) y un lenguaje corporal agradable”.

Hasta ahí todos de acuerdo. Manteniendo las normas básicas no puede obligarse a nadie a cumplir con algo que vaya en contra de sus derechos y dignidad como persona. Sobre esta base se asienta cualquier contratación. Después surge la duda de en qué momento este primer punto de vista puede entrar en conflicto con el siguiente argumento sobre la imagen y protocolo de cada negocio: “Cada empresa ajusta su protocolo a su identidad en lo que se refiere a maquillaje, peinado, tatuajes, piercings o cualquier otro aspecto estético”, afirma Ballarín. Una cuestión que apuntala también nuestro Óscar Carrión, “la estética es otro elemento de la marca de un restaurante que no se debe imponer a los trabajadores”.

Para el profesor Domènec Biosca, director de Educatur, la respuesta parece ser más sencilla. “Para mí no debe ser obligatorio llevar maquillaje, con la máxima higiene, una presencia agradable es suficiente. El maquillaje debe ser optativo y elegante. El mejor maquillaje es una sonrisa agradable que da más luz que una central eléctrica y es gratis, acompañada de una atención eficiente y a tiempo real”, afirma.

¿Qué ocurre si un trabajador no quiere ajustarse a ese protocolo?

En este sentido, Carrión es muy claro: “si tenemos un protocolo de uniformidad en este establecimiento y hay algún componente de la plantilla que no lo comparte o no quiere seguirlo, probablemente no sea un perfil interesante para el establecimiento y lo mejor sería no contratarlo. No debemos olvidar que nuestro trabajo es de cara al público, por lo que como profesionales debemos cuidar nuestra imagen para reforzar la de la marca del establecimiento”.

Esta cuestión es en la que surgen más dudas. ¿Cuál es el límite? ¿Qué se entiende por protocolo? ¿Cuándo se vulneran los derechos? En este sentido, el tipo de establecimiento del que se trata marcará el protocolo que deben seguir los empleados. “No se transmite lo mismo en Port Aventura que en el restaurante de Kike Dacosta, con sus tres estrellas, o que en las sesiones de Ushuaia. La apariencia, uniforme y actitud de servicio (más cordial con tuteo, más distante tratando al cliente de usted), forman parte de la identidad de la empresa”, explica Eva Ballarín.

La consultora también aduce que los protocolos estéticos no son un tema exclusivo del sector hostelero. “En las líneas aéreas por ejemplo, el personal de cabina también debe ajustarse a un canon estético: pelo recogido en Vueling, el mismo labial en Emirates para las azafatas, etc. En definitiva, la imagen del personal es una forma más de expresión del branding de la empresa”.

Óscar Carrión, director de GastroUni, nos recuerda un caso pomposo que llegó a sus oídos sobre lo que ocurría en un hotel de Amsterdam. “En una gran cadena de hoteles, un recepcionista polinesio por su religión debía llevar un machete de 40 cm clavado entre las rastas del pelo. Sindicalmente no podían obligar al trabajador a no llevarlo porque aducía razones religiosas, pero imaginad la cara de susto de los clientes cuando entraban y veían a este señor con el cuchillo. Ya no sigue en la empresa…”.

Desde el punto de vista jurídico, aquí tenemos un poco de jurisprudencia respecto a lo que ha ocurrido en algunos conflictos laborales relacionados con cuestiones estéticas. El debate sigue abierto.

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