
Me puse a pensar el otro dĆa en todo aquello todavĆa capaz de recoger o detonar historias que empiezan con āHabĆa un barā, cual fuese el āĆrase una vezā de los cuentos infantiles. Me refiero a una manera de concebir, amar y gastar un bar con todos los sentidos, allĆ” donde este mismo se hace continente (una escenografĆa sin la cual nada serĆa lo mismo) y contenido (protagonista y significativo en sĆ mismo).
Sin este marco vivo quizĆ”s tampoco habrĆa tantos aficionados al futbol, me decĆa esta maƱana, en el dĆa de la inauguración de las olimpiadas. Me puse asĆ a recordar aquella noche de hace un par de semanas, en la cual disfrutĆ© como la que mĆ”s de la final de la Eurocopa en un bar de Atocha, en buena compaƱĆa, ondeando la bandera de EspaƱa sin pudor. Ā
āSin un bar en condiciones ni las pelĆculas, ni las novelas ni el blues, hubieran sido posiblesā.
AndrƩs Calamaro
Ver un partido de futbol en un bar es una experiencia que trasciende el futbol mismo. Emancipadora, inclusiva, admite la ruptura de códigos verbales y corporales porque lo polĆticamente correcto importa un bledo y la euforia empuja a abrazar a otros desconocidos como fuesen de tu cuadrilla, en el instante en el que el Ć”rbitro pita el final del partido y consagra mucho mĆ”s que una victoria de nuestro equipo. Aquel pitido convirtió un domingo por noche, habitualmente pudoroso, en la noche de un sĆ”bado. Total, ya estĆ”bamos en el barā¦Ā
Ver un partido de futbol en un bar es una experiencia que trasciende el futbol mismo
ĀæPasarĆa lo mismo en casa? ĀæDe dónde sale aquella embriaguez fraternizante que se genera en torno a un deporte? Puede que de aquella misma frontera baretil tan especial porque es de las pocas en la cuales nadie sobra, nadie tiene que pedir permiso para sumarse y nadie tiene que justificar quiĆ©n es. Me explico.
MĆ”s familiarizada con la antropologĆa del bar que con los esquemas de juego futbolĆsticos, concluyo que solamente viendo un partido de futbol en el bar se pueden encontrar los personajes que ven el partido en el bar, que son parte insustituible de la experiencia al menos como el bar en sĆ. Esbozo algunas pinceladas, de ellos y su relación con el bar:
- El aficionado de buen rollo: realmente sabe poco o nada de fĆŗtbol, pero es el compaƱero o la compaƱera que todo el mundo querrĆa porque compensa la falta de tablas y vivencias en tema de balompiĆ© con su desbordante energĆa. No le queda claro en quĆ© consiste el fuera de juego, pero se sabe los nombres de todos los jugadores y se saca los chistes mĆ”s salados que ha leĆdo en Twitter (sĆ, dice Twitter todavĆa porque no hay nadie que diga Equisā¦). AcompaƱa cada jugada con sus gritos, incluso cuando el juego estĆ” parado; acuƱa epĆtetos creativos para el Ć”rbitro; tiene un criterio propio cuanto a decretar āevidencias clamorosasā. Bebe copiosamente para regular su equilibrio hĆdrico. Es una especie social que encuentra en el bar de toda la vida su hĆ”bitat natural, que le hace entraƱable. Sacado de este contexto, alguien le detectarĆa un TDH incluso sin ser mĆ©dico.
- El Erudito. No apoya a ningĆŗn equipo porque estĆ” por encima de toda vulgar pasión que nuble su juicio. Mientras parecen abrirse las puertas del infierno cuando los adversarios marcan un gol, Ć©l se mantiene firme, no cede a ninguna emoción y apela a la historia para recobrar confianza. Relata ejemplos de todas las jugadas que han salvado partidos insalvable desde que existe el futbol, hace memoria de todas las campaƱas de fichajes de los Ćŗltimos 50 aƱos porque el suyo es un conocimiento abismal. La verborrea es claramente su caracterĆstica principal: podrĆa estar engaƱƔndonos pero nadie lo sospecharĆa. Se toma un respiro solamente para degustar su bebida espirituosa de la mĆ”s selecta que pueda encontrar en el bar de toda la vida. Fuera de allĆ, se le tacharĆa de pedante pero se le quiere por esta sabidurĆa autĆ©ntica que no bebe de titulares o memes en las redes sociales.
- El Agorero. Dice que estĆ” ahĆ de casualidad pero no se pisa ningĆŗn bar de casualidad, crĆ©anme, especialmente en ciertas noches. Es casi molesto, solamente revive en los tiempos muertos y durante el descanso. Nadie le querrĆa a su lado si se llegase a los penaltis. Se deja invitar y casi nunca invita. Suele ser un usuario habitual del bar. Este sujeto-juguete no tiene un circulo propio de amistades; va orbitando alrededor de quienes tengan un poco mĆ”s de clemencia. Se hace amigo del que menos tiempo lleva frecuentando el bar porque este Ćŗltimo ā a su vez-Ā piensa asĆ afianzar su incorporación al medio. Fuera del bar de toda la vida, no tiene vida. El bar es toda su vida. Le carcome su soledad. Asume ser un cascarrabias poco querido: es mejor lidiar con esta fama que con la miseria de volver a casa solo.
DetrĆ”s de la barra, cual experimentado director de pelĆculas que de vez en cuando se permite algĆŗn cameo, estĆ” su dueƱo. La mayor tarea que tiene cada noche es armonizar todas estas combinaciones sin que se le perciba. Se anticipa a imprevistos en el set, dirige silenciosamente el disfrute, aguarda este espacio de libertad donde reconocernos y ser reconocidos sin necesidad de presentaciones, protege nuestro amortiguador social que es el bar.
Lee mĆ”s artĆculos de Federica Marzioni aquĆ
Ā Y cuando toque echar el cierre, segĆŗn el horario convenido, el aficionado buscarĆ” consuelo en las redes sociales, el erudito se quedarĆ” sin pĆŗblico, el agorero beberĆ” en casa y el reciĆ©n llegado a la comitiva del bar probarĆ” la suerte otro dĆa. Y yo que soy una mĆ”sā¦quizĆ”s espere la próxima Liga y todo lo queĀ concurre a que mĆ”s ānovelas y pelĆculasā ācomo dirĆa Calamaro- sigan posibles.Ā






