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El bar me ha hecho futbolera

por | Jul 28, 2024

Me puse a pensar el otro dĆ­a en todo aquello todavĆ­a capaz de recoger o detonar historias que empiezan con ā€œHabĆ­a un barā€, cual fuese el ā€œĆ‰rase una vezā€ de los cuentos infantiles. Me refiero a una manera de concebir, amar y gastar un bar con todos los sentidos, allĆ” donde este mismo se hace continente (una escenografĆ­a sin la cual nada serĆ­a lo mismo) y contenido (protagonista y significativo en sĆ­ mismo).

Sin este marco vivo quizÔs tampoco habría tantos aficionados al futbol, me decía esta mañana, en el día de la inauguración de las olimpiadas. Me puse así a recordar aquella noche de hace un par de semanas, en la cual disfruté como la que mÔs de la final de la Eurocopa en un bar de Atocha, en buena compañía, ondeando la bandera de España sin pudor.  

ā€œSin un bar en condiciones ni las pelĆ­culas, ni las novelas ni el blues, hubieran sido posiblesā€.

AndrƩs Calamaro

Ver un partido de futbol en un bar es una experiencia que trasciende el futbol mismo. Emancipadora, inclusiva, admite la ruptura de códigos verbales y corporales porque lo polĆ­ticamente correcto importa un bledo y la euforia empuja a abrazar a otros desconocidos como fuesen de tu cuadrilla, en el instante en el que el Ć”rbitro pita el final del partido y consagra mucho mĆ”s que una victoria de nuestro equipo. Aquel pitido convirtió un domingo por noche, habitualmente pudoroso, en la noche de un sĆ”bado. Total, ya estĆ”bamos en el bar… 

Ver un partido de futbol en un bar es una experiencia que trasciende el futbol mismo

¿Pasaría lo mismo en casa? ¿De dónde sale aquella embriaguez fraternizante que se genera en torno a un deporte? Puede que de aquella misma frontera baretil tan especial porque es de las pocas en la cuales nadie sobra, nadie tiene que pedir permiso para sumarse y nadie tiene que justificar quién es. Me explico.

MÔs familiarizada con la antropología del bar que con los esquemas de juego futbolísticos, concluyo que solamente viendo un partido de futbol en el bar se pueden encontrar los personajes que ven el partido en el bar, que son parte insustituible de la experiencia al menos como el bar en sí. Esbozo algunas pinceladas, de ellos y su relación con el bar:

  • El aficionado de buen rollo: realmente sabe poco o nada de fĆŗtbol, pero es el compaƱero o la compaƱera que todo el mundo querrĆ­a porque compensa la falta de tablas y vivencias en tema de balompiĆ© con su desbordante energĆ­a. No le queda claro en quĆ© consiste el fuera de juego, pero se sabe los nombres de todos los jugadores y se saca los chistes mĆ”s salados que ha leĆ­do en Twitter (sĆ­, dice Twitter todavĆ­a porque no hay nadie que diga Equis…). AcompaƱa cada jugada con sus gritos, incluso cuando el juego estĆ” parado; acuƱa epĆ­tetos creativos para el Ć”rbitro; tiene un criterio propio cuanto a decretar ā€œevidencias clamorosasā€. Bebe copiosamente para regular su equilibrio hĆ­drico. Es una especie social que encuentra en el bar de toda la vida su hĆ”bitat natural, que le hace entraƱable. Sacado de este contexto, alguien le detectarĆ­a un TDH incluso sin ser mĆ©dico.
  • El Erudito. No apoya a ningĆŗn equipo porque estĆ” por encima de toda vulgar pasión que nuble su juicio. Mientras parecen abrirse las puertas del infierno cuando los adversarios marcan un gol, Ć©l se mantiene firme, no cede a ninguna emoción y apela a la historia para recobrar confianza. Relata ejemplos de todas las jugadas que han salvado partidos insalvable desde que existe el futbol, hace memoria de todas las campaƱas de fichajes de los Ćŗltimos 50 aƱos porque el suyo es un conocimiento abismal. La verborrea es claramente su caracterĆ­stica principal: podrĆ­a estar engaƱƔndonos pero nadie lo sospecharĆ­a. Se toma un respiro solamente para degustar su bebida espirituosa de la mĆ”s selecta que pueda encontrar en el bar de toda la vida. Fuera de allĆ­, se le tacharĆ­a de pedante pero se le quiere por esta sabidurĆ­a autĆ©ntica que no bebe de titulares o memes en las redes sociales.
  • El Agorero. Dice que estĆ” ahĆ­ de casualidad pero no se pisa ningĆŗn bar de casualidad, crĆ©anme, especialmente en ciertas noches. Es casi molesto, solamente revive en los tiempos muertos y durante el descanso. Nadie le querrĆ­a a su lado si se llegase a los penaltis. Se deja invitar y casi nunca invita. Suele ser un usuario habitual del bar. Este sujeto-juguete no tiene un circulo propio de amistades; va orbitando alrededor de quienes tengan un poco mĆ”s de clemencia. Se hace amigo del que menos tiempo lleva frecuentando el bar porque este Ćŗltimo – a su vez-Ā  piensa asĆ­ afianzar su incorporación al medio. Fuera del bar de toda la vida, no tiene vida. El bar es toda su vida. Le carcome su soledad. Asume ser un cascarrabias poco querido: es mejor lidiar con esta fama que con la miseria de volver a casa solo.

DetrÔs de la barra, cual experimentado director de películas que de vez en cuando se permite algún cameo, estÔ su dueño. La mayor tarea que tiene cada noche es armonizar todas estas combinaciones sin que se le perciba. Se anticipa a imprevistos en el set, dirige silenciosamente el disfrute, aguarda este espacio de libertad donde reconocernos y ser reconocidos sin necesidad de presentaciones, protege nuestro amortiguador social que es el bar.

Lee mƔs artƭculos de Federica Marzioni aquƭ

Ā Y cuando toque echar el cierre, segĆŗn el horario convenido, el aficionado buscarĆ” consuelo en las redes sociales, el erudito se quedarĆ” sin pĆŗblico, el agorero beberĆ” en casa y el reciĆ©n llegado a la comitiva del bar probarĆ” la suerte otro dĆ­a. Y yo que soy una mĆ”s…quizĆ”s espere la próxima Liga y todo lo queĀ  concurre a que mĆ”s ā€œnovelas y pelĆ­culasā€ –como dirĆ­a Calamaro- sigan posibles.Ā 

Redactor
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