Innovación: la maquina de vending que cocina hamburguesas en 4 minutos

Rodrigo Domínguez-Sáez | Madrid
La hostelería ha muerto. ¡Viva la hostelería! Esto no lo predijo Julio Verne en sus Veinte mil leguas de viaje submarino. Tampoco aparece -que yo recuerde- en ninguna de la saga de Star Wars. Quizás lo de las hamburguesas recién cocinadas y listas para comer en cuatro minutos en máquina de vending es más propio de series como Black Mirror. Por cierto, ¿sabiáis que black mirror es un concepto que viene a explicar la cara de tontos que tenemos cuando miramos el móvil y, por accidente, se nos apaga la pantalla y se refleja nuestra cara de mermados? Pues eso.
En USA, la empresa Roboburguer es la creadora desde hace ya unos meses de unas máquinas de vending que expiden hamburguesas recién hechas, en la que puedes elegir si quieres kétchup, mostaza y queso. Recién hechas no es recién recalentadas. No son productos que vengan cocinados, sino que se cocina dentro de la máquina. El robot está construido con una parrilla para la carne, una tostadora, un dispensador de condimentos e incluso una función de lavado de platos: un restaurante totalmente autónomo en miniatura.
Es increíble lo que la máquina ha evolucionado en pocos meses. RoboBurger lanzó su primera ubicación en marzo de 2022 en un centro comercial de Jersey City. Desde entonces, ha tenido en cuenta los comentarios de los clientes y ha mejorado el sabor de las hamburguesas y el tiempo de cocción, que ha pasado de seis a cuatro minutos. A esta velocidad, pronto lo veremos por todo el mundo. Por supuesto, ofrece todo tipo de métodos de pago habituales.
¿Y dónde podemos encontrar el vending de hamburguesas?
La última apertura potente de la marca ha sido en la universidad de St. John en Queens, New York y funciona las 24 horas del día los 7 días de la semana. Incluso cuando la biblioteca está abierta a las 2 de la madrugada.
Dice Andy Siegel, CMO de RoboBurger, en un artículo de Restaurant News Resource que su idea es instalarlas en cualquier lugar. Parece que van en serio: «Queremos brindar una solución rápida, fresca y asequible que esté abierta las 24 horas del día, los 7 días de la semana, incluso a las 2:00 a. m. durante los exámenes parciales. Debido a que RoboBurger sólo necesita electricidad para funcionar, se puede colocar en lugares convenientes donde los estudiantes pasan tiempo estudiando o incluso en dormitorios». Harán falta unas máquinas también en las discotecas. Así ya no tienen que perder tiempo en salir a comer y pueden consagrar todo su tiempo al noble arte del bailoteo y la seducción.
Más allá de la broma, esta solución puede tener gran cabida, por ejemplo, en algunos hoteles para atender 24 horas a sus clientes, cuando sus cocinas -por recursos de personal- no pueden estar abiertas todo el día. No sé si os ha ocurrido, pero muchas veces he llegado a una ciudad tarde, un lunes, con muchos locales cerrados y me he encomendado a todos los dioses griegos para que me dieran algo de comer en el hotel. Generalmente la atención es fantástica y se apiadan de uno, aunque sea con un bocadillo frío que te salva la noche. Con esta máquina, la satisfacción subirá. Eso es así. De momento, la gente de Robo Burger parece que se está centrando en llegar a universidades, centros comerciales e intercambiadores de transporte, así como centros de trabajo.
Volviendo a mis reflexiones iniciales, esta cuestión de la máquina de vending de hamburguesas recién hechas y la hostelería, me recuerda a un debate que tuvimos allá por la pandemia organizado por los amigos y amigas de CoverManager en el que -siendo de las pocas veces en las que no me toca moderar sino dar mi informada opinión-, nos preguntaron si la alta gastronomía podía ofrecerse como en formato delivery. Resulta que no todo el mundo estaba de acuerdo en que no, una comida que llega en servicio a domicilio (ya preparado, claro) y en el formato del delivery habitual, no puede ser alta gastronomía nunca porque si no hay servicio en mesa, la experiencia está absolutamente mermada. Pues a esto le ocurre un poco lo mismo: las líneas entre los supermercados/grocery/lineales o como queramos llamarlo y la hostelería se han desdibujado y las fronteras están difusas en este punto. Así que podemos decir que la hostelería ha muerto. ¡Viva la hostelería!