En España, el café es mucho más que cafeína. Es sobremesa en familia, es charla rápida en la barra, es ese gesto del camarero que te sirve el café justo como te gusta sin que lo pidas. Es cultura, intimidad y hasta un ritual de confianza diaria.
Pero detrás de cada taza también hay negocio. Mucho negocio. Y, como todo lo que genera consumo repetido, el café se está convirtiendo en una de las categorías más estratégicas para la hostelería.
De lo básico al mainstream: el precedente Starbucks
Durante décadas, en España el café era lo más sencillo de la carta: rápido, barato, con poco margen de maniobra. Hasta que llegó Starbucks.
El gigante estadounidense entendió algo que cambió la industria: no estaba vendiendo café, vendía experiencia, lifestyle y comunidad. Convirtió un café con leche cualquiera en un símbolo de estatus y una declaración generacional. Hoy opera en más de 30.000 locales en el mundo y 180 en España. Ese movimiento elevó el café de producto commodity a fenómeno cultural. De repente, pedir tu nombre en un vaso de cartón se volvió parte de un ritual aspiracional.
De “hazlo increíble” a “hazlo único”: la era del café de especialidad
En la actualidad, hemos pasado del café como necesidad rápida al café como elección consciente. El consumidor quiere personalización, sostenibilidad, trazabilidad. Quiere saber de dónde viene el grano, cómo se ha tostado, por qué esa taza sabe distinta a cualquier otra.
Ese cambio se traduce en la irrupción del café de especialidad, que ya no es nicho, sino presente. Según la Asociación Fórum Café, en España existen más de 1.500 establecimientos que lo trabajan, y el fenómeno se multiplica en ciudades como Madrid y Barcelona con proyectos como Hola Coffee, Acid, Nomad o Toma Café.
El café de especialidad no solo responde a un paladar más exigente: se convierte en un elemento de diferenciación para bares y restaurantes que buscan elevar su propuesta. El cliente que pide un cappuccino con latte art o un espresso con origen único no compra solo cafeína, compra estatus, conocimiento y una experiencia que muchas veces termina en Instagram o TikTok.
El café como línea de negocio (y no como añadido)
Aquí está la clave que muchos negocios todavía no han entendido: el café no es un accesorio, es una línea de negocio en sí misma.
- Márgenes altos: Un espresso bien gestionado puede dejar entre un 70% y un 80% de margen. Supera a muchos postres o tapas en rentabilidad directa.
- Ticket medio: el cliente acepta pagar 0,50 o 1 euro más si percibe calidad. Si en un restaurante sirves 100 cafés al día, ese diferencial puede suponer más de 30.000€ adicionales al año.
- Fidelización: el café es el último recuerdo de un cliente. Una comida de 200€ puede venirse abajo con un mal café. En cambio, una taza excelente puede convertir a ese cliente en habitual.
- Ritual rentable: la repetición diaria lo hace único. Un cliente puede no pedir postre cada día, pero sí pedirá café. Y esa recurrencia es oro puro en hostelería.
En definitiva: quien gestione el café como driver estratégico gana margen, consistencia y recurrencia.
Una industria en plena transformación
El boom no se limita a cafeterías independientes. Grandes compañías ya están moviendo ficha. Calidad Pascual ha entrado en el sector con adquisiciones y alianzas estratégicas. Marcas como Ceres o Filantrópico están elevando estándares de trazabilidad y sostenibilidad.
Mientras tanto, restaurantes de corte tradicional ya incluyen café premium en sus cartas conscientes de que un espresso mediocre no está a la altura de una propuesta gastronómica de calidad. Y eventos como CoffeeFest, que en su última edición en Madrid reunió a más de 30.000 asistentes, confirman que el fenómeno no es moda: es presente con impacto económico real.
Ejemplos que inspiran
En Madrid, Toma Café abrió en 2011 con apenas un tostador propio y dos baristas. Hoy cuenta con cuatro locales, una comunidad fiel y un modelo de negocio consolidado.
Nomad Coffee en Barcelona ha exportado la filosofía de grano con origen único a un público internacional. Hola Coffee se ha posicionado como referente de consistencia, formación y comunidad.
Todos ellos tienen algo en común: entendieron antes que muchos que el café no era el final del servicio, sino el principio de una relación más larga con el cliente.
¿Moda pasajera o negocio consolidado?
La pregunta habitual es si esto es tendencia pasajera o una revolución permanente. La lectura es clara: el café de especialidad ha llegado para quedarse. ¿Por qué? Porque no se sostiene solo en estética, sino en un modelo de negocio que mejora márgenes, eleva ticket medio, fideliza y conecta con las expectativas actuales del consumidor.
El riesgo está en el exceso de postureo: cafés caros, bonitos pero poco accesibles. El equilibrio real está en unir estética y consistencia con una propuesta rentable.
El café como estrategia de rentabilidad
En España seguimos tomando 67 millones de tazas de café al día, dos de cada tres en casa y una de cada tres en bares y restaurantes. La oportunidad está ahí, servida en taza. El café de especialidad no es postureo ni futuro: es presente, cultura y negocio.
Para la hostelería, significa una de las mejores oportunidades de rentabilidad de los próximos años. Quien lo entienda no como complemento, sino como eje estratégico, tendrá más clientes fieles, más margen y una marca más sólida.
Porque, al final, en hostelería no se trata solo de vender más, sino de controlar mejor. Y pocas decisiones son tan rentables como poner un buen café en la mesa.