Nuestros queridos clientes… según la nacionalidad

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perfil del cliente por nacionalidad

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¡Hola amigos! Hoy vamos a zambullirnos en un análisis divertido de los extranjeros que nos llegan. Esto es España y somos uno de los países más turísticos del mundo. Tenemos que espabilar y conseguir adaptarnos como camaleones a todo perfil para mejorar las ventas en nuestro restaurante.

Gracias a mi experiencia de trabajar por el mundo durante diez años, tuve ocasión de interactuar con una infinidad de personas, de todas partes. Ha sido un magnífico aprendizaje que, como siempre, viene de una de las escuelas que más enseña: las relaciones humanas.

Vamos con este ranking internacional como si estuviéramos -en vez de en la recepción de un restaurante- en un concurso de Miss Universo, o de Eurovisión.

8 ejemplos de cómo atender a cada cliente en tu restaurante.

1- Brilla el sol, de la calle viene una musiquilla de Opera. Entrando con alegría, llega: la familia italiana. Siempre en bloque por aquello de “la famiglia è sempre unita”, con un tono de voz tirando a alto y poca paciencia, demandarán rapidez. A los italianos les encanta que se les preste atención, aunque a veces se les olvide devolverla. Ojo en la mesa, estás ante conocedores de la versatilidad de las harinas: cuidado con las pastas que ofreces, si no son de los productos de la carta que brillan por su nivelazo, yo los persuadiría de probar los arroces, ya que estamos de visita in Espagna... Recuerda que, igual que los portugueses, también saben mucho de café. Si bien no acostumbran a acabar la comida con un café, si lo piden será ristretto. Hazles el espresso bien cortito o se pondrán a levantar las manos con ese gesto dramático que hacen. Ellos siempre serán los protagonistas, pero tú eres el director de la obra.

2- De pronto, el cielo se cierra, se levanta una neblina misteriosa y empieza a lloviznar, pero ¡¿qué pasa?! Ajá, asomando por la puerta hace acto de presencia el clásico y elegantísimo gentleman inglés. Ojo a los tiempos, este perfil será fan de la puntualidad. Si hay especialidades en la carta con el huevo, el bacon o las patatas como protagonista, destácalas, seguro le encantará. A la hora de ofrecer bebidas, empieza por una buena selección de tés antes que otras bebidas. Ah, atento al british sense of humor, porque lo sacarán, eso sí, nunca intentes llegar a su nivel y ni se te ocurra hacer las mismas bromas con otro tipo de invitados (preposterous!).

3- De repente, un sutil cambio de registro. No comprendes por qué, pero empiezas a ver a las compis camareras extremadamente atractivas, y a los compis, también. Justo antes de descontrolarte estampándole un beso a la máquina que remueve el chocolate, miras hacia la puerta y lo entiendes todo: en la recepción hay una parejita de tórtolos franceses. Aquí, será necesario sacar toda la artillería, mientras el sommelier los seduce con la extensa carta de vinos, el maître hará lo propio con la interminable mesa de quesos, y que Dios nos asista encontrando algo en el menú que les cautive. Los franceses siguen teniendo un criterio elevadísimo de la comida. Si bien España parece que les atrapó desde la era Adría/Roca, nunca olvides que la fama de buenos amantes de los franceses sólo es superada por su fama de exigentísimos gourmets.

 

4- Es el turno de Míster simpatía, pero un inoportuno temblor sacude los centros de mesa desorientando a todos los comensales. Hacen su entrada pisando muy fuerte… los amigotes alemanes. Altos, robustos, rubios y de inquisitivos ojos azules, estos pueden parecer intimidantes. Pero hay algo que los transformará rápidamente en tiernos ositos de peluche, y es la cerveza. Sírveles con educación, rapidez y elegancia, y prepárate para sorprenderte con sus propinas. Me encanta su estilo: te miran a los ojos y te dan un billete de 50 para pagar 24 y, dependiendo de tu atención, te dirán cuánto has de devolverles, si ha sido perfecto te lo darán todo, si no les ha gustado te dirán “devuélveme 25. Y “danke”.

5- Momento de un break, lo necesitamos. Y qué mejor que con un show de cóteles para animar el descanso. Vamos a hacer una cosa: cogemos a un italiano y a un español, los mezclamos en la coctelera y saldrá… un simpático portugués.  Atención con ellos, sobre todo si piden marisco o pulpo, porque allí al pulpo se le llama “polvo”. Me imagináis a mí con 20 añitos en Madeira leyendo en la primera página de la carta: “Polvo a 8 euros”. Los esfuerzos por contener la risa eran sencillamente inútiles. Por cierto, ya tenemos Míster simpatía. Jaja.

Lectura recomendada: Tipos de clientes según su personalidad.

6- ¡Oh! Una cesta de pan cae al suelo y sale rodando hacia ti. Por una fracción de segundo, sientes el irrefrenable deseo de darle una patada en dirección a la puerta y asestar un “¡¡goooooool…!!”. Ah, con razón, hay unos turistas argentinos en la entrada. Aquí, a pesar de que la barrera lingüística no parecería ser un problema, no has de descuidarte porque podrías escuchar cosas como “mostacholes”, “achuras” o “churrasquito de chancho”. No te desesperes, son cosas que el cocinero perfectamente podrá proveer, porque las tiene, sólo que las conoce por otro nombre. El truco aquí será “pelar” tu sentido del humor y hacer chistes acerca de las diferencias culturales mientras vas descifrando. Ah, jamás corrijas a un cliente argentino, él siempre va a saber más que tú, sobre comida, sobre vinos (sí, incluidos los caldos españoles), sobre recetas típicas (sí, de donde sean) y sobre la velocidad a la que viaja el acelerador neutrónico de partículas en condiciones inestables. No pierdas tu tiempo y dales siempre la razón.

7- A continuación, un grupo de businessmen altísimos entran raudos al restaurante. Son los rusos llamando la atención de toda la sala. Mientras el sommelier corre a por las reservas de vodka que tiene escondido en la bodega, tú muévete: recibir y acomodar con celeridad antes de que suba el tono de voz. Para hacer feliz a este perfil, señalaremos en la carta directamente… las carnes, cuanto más importadas, seleccionadas y exclusivas, mejor. Lo pedirán todo junto, dejándolo en medio de la mesa. Dales su tiempo hasta que se lo acaben. (Aquí no me atrevo a escribir nada en ruso, yo tengo mis limitaciones, jeje).

8- Como si todo esto fuera poco, siempre te puedes encontrar con algún cliente búlgaro perdido, y te servirá manejar cierto detalle que yo tuve que aprender de la peor manera viviendo allí: en Bulgaria la gente para decir “SÍ”, mueve la cabeza de lado a lado y parece que estén diciendo “NO”. Memoriza esto si sabes lo que te conviene, porque cualquier día te los puedes encontrar.

 

En fin, ante la duda siempre te servirá el famoso: “dilo preguntando”. Un simple “¿de dónde sois?” te servirá tanto para tener información valiosa, como para entablar los canales de empatía y simpatía que nos hacen la faena más agradable y efectiva a todos.

Anímate a aportar algo de tus anécdotas o explicar algún otro país (por qué no también España: cómo nos comportamos nosotros cuando salimos, aunque eso ya daría para otro artículo…) será divertido para todos; siempre desde el respeto y desde la salvedad del humor. Que no se ofenda nadie, está claro que no se debe generalizar, es un mero ejercicio gracioso y, convengamos en que, parte de real tiene. Si algo nos conviene aprender en esta vida, es a reírnos de nosotros mismos.

¡Muchas gracias por leerme y hasta otro post amigos!

 

Xavi Iglesias

La sala la hacemos todos y todos hacemos de cliente

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