Mi carro (me lo robaron)

Érase una vez los carros que perdieron su papel de protagonistas en la sala: los dejamos de ver paseándose majestuosamente entre las mesas y los escondimos en trasteros para acumular años de polvo y olvido.
Pero para alegría de todos los que amamos el espectáculo en la sala y la interacción en el servicio, ¡vuelven!
En un momento en el que los postres han vivido un periodo de demonización por su alto contenido en malignos azúcares y hemos sobrevivido al recorte en el gasto por persona al que nos han llevado tiempos de contención económica, el carro de postres parece una estupenda opción para volver a captar la atención de los comensales, potenciando la venta de los productos expuestos.
Definitivamente quieren recuperar su visibilidad y su parte de responsabilidad en la cuenta final de la mesa. Renacen con ganas y van más allá de su función más tradicional al servicio de la pastelería.
La imaginación se apodera de estos soportes sobre ruedas para presentar al cliente la oferta de quesos, embutidos o ahumados e incluso para convertirse en una golosa propuesta de helados (remarcable el de Heston Blumenthal en su restaurante Diner en el Mandarin Oriental de Knightsbridge de London) o para dar color y simpatía a una terraza como Candy Bar, con sus tarros de macarons y dulces multicolores con los que pecar alegremente con un café.
Trabajar un buen carro con una oferta que encaje en tu restaurante, es una solución buena, bonita y barata con la que seducir y enamorar a tu cliente a primera vista.