Tiene un galardón Michelin, rutas de tapeo con fama y una agenda gastronómica que cada año pisa más fuerte. No solo es Patrimonio de la Humanidad, también lo es del buen comer.
Y en septiembre, su cocina vuelve a ser noticia con la XI edición del Certamen Alcalá Gastronómica, una cita que reúne a lo mejor de su hostelería y que culmina con la entrega del Premio Cervantes Gastronómico.
Desde el 1 de julio, los chefs locales ya están calentando fogones. En esta primera fase del certamen, que finaliza el 2 de septiembre, presentan sus mejores propuestas que serán evaluadas por un jurado de la Escuela de Hostelería entre el 15 y el 19 de septiembre. Y del 20 al 24, llega una de las mejores partes: los platos finalistas se podrán degustar en los propios restaurantes participantes, en una ruta que invita a probar la esencia de Alcalá a través de sus sabores.
El broche será el 30 de septiembre en el Corral de Comedias, donde se entregarán los diplomas, los trofeos y el VII Premio Cervantes Gastronómico. Un galardón que reconoce la trayectoria de grandes figuras del sector enogastronómico español, como Isabel Mijares, Rafael Ansón o el chef Mario Sandoval, entre otros.
De la alta cocina al sabor de siempre
Aunque este evento pone el foco en la creatividad de los cocineros, la verdad es que Alcalá de Henares lleva tiempo brillando con luz propia en el mapa gastronómico nacional. Y no solo por su historia literaria o su impresionante legado patrimonial, sino porque aquí también se viene a comer.
Ciudad universitaria por excelencia y cuna del ilustre Miguel de Cervantes, Alcalá de Henares ha sido, desde hace siglos, un enclave de saber, encuentro y convivencia. Su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, conserva el trazado medieval, los patios renacentistas y los edificios académicos que dieron forma a una de las primeras ciudades universitarias planificadas de Europa. Pasear por sus calles es viajar al Siglo de Oro, a los tiempos en los que las ideas, los libros y los sabores se cruzaban en un ambiente cosmopolita y bullicioso.
Esa tradición humanista, abierta y hospitalaria, se ha trasladado a su forma de vivir la mesa. Aquí la gastronomía es también un acto de encuentro y de identidad. Desde los antiguos mesones que acogían a viajeros y comerciantes hasta los nuevos espacios gastronómicos, Alcalá ha sabido maridar historia y presente con un inconfundible salseo local, por eso comer en Alcalá es también leer sus páginas, compartir su legado y celebrar su cultura.
Desde los clásicos más castizos hasta las reinterpretaciones más vanguardistas, la ciudad ofrece una ruta de sabores donde brillan platos infalibles: las migas alcalaínas y el lingote de cochinillo del Parador; la oreja crujiente o el pulpo a la brasa del Restaurante 1888; o la ensaladilla y la tarta de queso de Plademunt.
Así, en la ciudad conviven las mesas más innovadoras con los bares de siempre, con el tapeo en la Plaza de Cervantes, las terrazas de los soportales, los locales con cocina tradicional y el restaurante Cobo Estratos, que presume de una estrella Michelin, y conforman una oferta que atrae a locales y viajeros por igual.
A eso se suma el empuje de jóvenes talentos formados en la Escuela de Hostelería, que se han convertido en protagonistas de una nueva generación culinaria que sabe respetar la tradición y arriesgar con estilo.
Gastronomía como motor cultural
El certamen no solo visibiliza el potencial gastronómico de la ciudad, también refuerza el papel de la hostelería como motor económico, turístico y cultural. La implicación del Ayuntamiento, la Escuela de Hostelería, el Parador de Turismo y Alcalá Gastronómica-Fomentur lo convierte en un proyecto coral, que pone a prueba el talento local y celebra el valor de la cocina como elemento de identidad.
En un momento en que los destinos gastronómicos ganan peso en las decisiones de viaje, Alcalá no defrauda: cultura, cocina y comunidad van de la mano. Y septiembre es el mes ideal para comprobarlo.





