La cultura del disfrute consciente se apodera de las barras en todo el mundo y demuestra que se puede gozar sin perder la cabeza ni la rentabilidad.
¿Quién dijo que un buen cóctel necesita llevar alcohol? Cada vez más consumidores buscan opciones que no comprometan ni su bienestar ni su agenda del día siguiente. Y el sector de la coctelería ha tomado nota.
NOLO: una tendencia que ya es movimiento
El auge del movimiento NOLO —acrónimo de No o Low Alcohol— es ya una realidad imparable: el consumo de bebidas 0,0 ha crecido un 60 % en solo dos años, el 41 % de los millennials prefiere opciones sin alcohol y más del 14 % de la cerveza que se bebe en España es sin. Es decir: brindar sí, pero con cabeza.
Y así lo confirma la 8ª edición de Madrid Cocktail Week, que se llevará a cabo del 26 de septiembre al 5 de octubre y pone en el centro al movimiento NOLO. Con una ruta por 90 locales, talleres, cenas exclusivas y experiencias, todos los bares participantes están obligados a incluir, como mínimo, un cóctel sin alcohol o de baja graduación en sus cartas. Y no hablamos de zumitos decorados. Hablamos de mixología de autor, de creatividad líquida y de propuestas que no tienen nada que envidiar a los clásicos.
La tendencia NOLO no solo responde a un cambio de hábitos, también representa una oportunidad de oro para el sector hostelero. Aporta nuevos márgenes de rentabilidad, amplía el público objetivo (incluye a quienes no consumen alcohol por salud, religión o elección personal), y permite extender el momento de consumo a horarios antes impensables. ¿Brindis a media tarde en una reunión de trabajo? ¿Un maridaje sin alcohol para una cena degustación? Ahora sí es posible.
¿Dónde nacen los mocktails? De la ley seca al dry lifestyle
Aunque hoy parezcan tendencia millennial, los mocktails tienen más historia de la que imaginas. Su origen se remonta a la Ley Seca en Estados Unidos (1920-1933), una época en la que la venta de alcohol estaba prohibida, pero las ganas de socializar y brindar seguían intactas. Para mantener el ritual del cóctel sin infringir la ley, nacieron las primeras versiones sin alcohol, que copiaban los sabores y la estética de sus hermanos mayores, pero sin una gota de espíritu.
Con los años, estas bebidas fueron quedando en un segundo plano, relegadas a la carta de “sin” o pensadas solo para embarazadas y conductores. Pero el escenario cambió radicalmente en la última década. Hoy, el movimiento “sober curious”, que promueve el consumo consciente, ha vuelto a ponerlos en el centro del radar, y lo ha hecho con una narrativa mucho más poderosa: ya no se trata de quitar alcohol, sino de sumar experiencia.
La nueva generación de mocktails no imita a sus hermanos etílicos, innova. En lugar de replicar el sabor de un gin tonic, propone una creación nueva que sorprenda por sí misma. Se exploran ingredientes fermentados, técnicas de alta cocina líquida, y se colabora con productores locales para dar con perfiles de sabor únicos. La estética también importa: copas elegantes, cristalería de diseño, y una presentación digna de Instagram.
Además, hay algo clave en esta revolución: el respeto al cliente. El NOLO no trata de convencerte de no beber, sino de ofrecer alternativas igual de cuidadas, igual de festivas y con el mismo nivel de disfrute. Porque no se trata de decir “no” al alcohol, sino de decir “sí” a más posibilidades.
Madrid los aplaude, pero el mundo ya los celebra
Lo mismo ocurre en grandes capitales como Londres, Nueva York o Berlín, donde las barras dry se han convertido en templos de la innovación líquida. Y donde los bartenders compiten por ver quién consigue el mejor equilibrio entre sabor, aroma y textura sin una gota de alcohol. Porque el reto técnico es real y la recompensa, también.
Además, se están desarrollando nuevos destilados botánicos sin alcohol, bases fermentadas, tónicos artesanales, siropes y amargos diseñados especialmente para este tipo de coctelería. Todo un ecosistema de sabor y creatividad que deja claro que los mocktails ya no son el plan B, son el plan.
El NOLO conecta con un estilo de vida más consciente, más presente. Y eso, en tiempos donde el bienestar se valora como oro líquido.





