A vueltas con los trampantojos

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Alexandra Sumasi | Madrid | 21 de diciembre de 2012

A decir del diccionario de la Real Academia Española, el  trampantojo es “trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es”. Ciertamente, con esta explicación podría ser cualquier cosa. Unas gulas, por ejemplo, al imitar a las angulas. Pero el trampantojo va mucho más allá y consiste en darle a esa ilusión una carga importante de creatividad.

Entre los muchos cocineros de renombre que tenemos en nuestro país hay unos cuantos que se han distinguido por hacer uso de innumerables trampantojos. El primero de ellos, ¡cómo no!, fue Ferran Adrià, y sus trampantojos más icónicos partieron de la invención en El Bulli de las esferificaciones. Famosas son, por ejemplo, las esferas de aceituna verde.

El vitoriano Diego Guerrero, al frente de El Club Allard, basa toda su cocina en los trampantojos. Las fotos de su huevo poché han dado la vuelta al mundo, al igual que su tapa mini Babybell, presentación con la que ganó hace unos años en Certamen Nacional de Tapas de Valladolid.

También muy famoso es el falso tomate del chef malagueño Dani García, un plato imitado hasta la saciedad, y que ha servido de inspiración a muchas otras presentaciones.

Pero además de estos cocineros famosos hay otros menos populares que también hacen sus pinitos en esto de los trampantojos. Tal es el caso de la joven cocinera Ana Roldán quien siempre sorprende gracias a sus ingeniosas presentaciones. Su última creación es el pincho Órdago. Únicamente se sirve en D’Fabula, el restaurante donde Ana es jefa de cocina. Aunque Órdago parece a simple vista un puro encendido y depositado sobre un cenicero, la realidad es que se trata de cocina en miniatura totalmente comestible a base de carrillera ibérica al vino tinto.

Otra presentación curiosa es uno de los postres de La Antoñita, en Madrid, que simula ser una pastilla de jabón con su espuma. El guiño no es baladí, pues este local de tapas y raciones se encuentra situado en lo que antaño era una jabonería.

Estas presentaciones, más allá de que deben ser ricas al paladar, suponen un hecho diferencial respecto a otras más tradicionales, y ello hace que los clientes retengan más en su memoria la experiencia en el restaurante. No todo es difícil de hacer, solo hay que ponerse a ello. ¿No se te ha ocurrido nunca jugar con tu cliente y proponerle un trampantojo con el que hacer más divertida la velada? Puede ser una buena idea para tu bar o tu restaurante. ¡Piensa en ello!

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