La ruta secreta de Barcelona: alimentar al cliente local

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Barcelona, epicentro de la innovación en formatos de negocio en el sector de la restauración, parece haber encontrado un modelo de éxito que ofrecer a los millones de visitantes que buscan en la ciudad una oferta gastronómica representativa de nuestra cultura de tapas y vino, para amenizar los traslados entre las grandes atracciones gaudinianas que llaman como la miel a las moscas a turistas de todo el mundo.

Este modelo, está basado en un interiorismo industrial cuyos pilares estéticos puso hace años el admirado Lázaro Rosa Violán, una selección de vinos nacionales servidos a copas para todos los gustos y bolsillos y una repetidísima carta poco complicada. Esto, que encandila a nuestros queridos visitantes, empieza a ser para los locales un soniquete repetido y con una falta de imaginación considerable.

Las falsas baldosas hidráulicas en el suelo, columnas y estanterías de hierro e iluminación industrial maridan con un menú de ya clásicos “platos para guiris” de la ciudad: croquetas, tataki de atún, tartar de salmón, bravas, ensaladilla, rabo de toro…, se repiten hasta la saciedad en la mayoría de las cartas de estas nuevas tabernas urbanas con personal uniformado con un twist (esa pajarita roja, ese delantal con apliques de cuero o tirantes de colores).

Hace unas semanas, unos amigos canarios alojados en el Eixample me preguntaban dónde comer en la zona. Mi respuesta fue algo desganada «da igual, en la mayoría de sitios encontrareis las mismas sillas Tolix y la misma carta». Y proseguí con un «pero…».

Ese «pero» es la grandeza de esta ciudad. Ocultos en callejuelas y barrios menos turísticos se esconden verdaderas joyas gastronómicas que merecen salir de las rutas conocidas y las recomendaciones de las guías más populares. En el parque temático que se ha convertido Barcelona, existe un talento creativo y culinario que late con identidad propia en forma de bares y restaurantes que ofrecen un discurso gastronómico propio. Es una nueva tendencia que nace de la necesidad de crear una propuesta de autor, diferenciada del resto y orientada a un público local.

Aunque algunos tengan las irresistibles sillas Tolix y esas lámparas desnudas que parecen sacadas de una antigua fábrica, estos establecimientos empiezan a conformar un itinerario de culto para los que huimos de las croquetas y el tataki de atún que servimos a nuestros visitantes.

Eva Ballarín.
Caza-tendencias.
evaballarin.com

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