Oda al queso.

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“Parecía queso. Olía a queso. Dio un mordisco. Sabía a queso. Se lo comió todo.

Luego salió de la calleja y volvió a seguir bajando la calle.”

Charles Bukowski.

Noemí Larred (@noemi_larred) | Madrid

En esta vida hay pocas cosas realmente importantes. Yo qué sé, el cine -el buen cine-, sobremesas que se hacen eternas hablando sobre el consumo superfluo de gasolina en Mad Max, el vino – el bueno, el malo, que más da-, los libros de zombies, vampiros y monjes Shaolin, descubrir una ciudad que -sabes, no te abandonará nunca -. El queso.

Julio Camba lo explica mejor: «El que sea capaz de quedarse con ganas ante un buen plato de queso por temor a engordar, se quedará también con ganas ante todas las otras cosas agradables que hay en la vida», o sea, que si vas a venir con melindres es que mejor que cojas tu quinoa y tu espirulina y vuelvas por donde has venido.

1. Asturias – El queso cuanto peor huela, mejor sabrá.

El Cabrales, el Gamoneu, el ahumado de Pría, Peral, Vidiago y Los Beyos, además del Afuega’l pitu, que es naranja, pica un poco y está en constante renovación gracias al trabajo de Rey Silo, que lo ha introducido en la alta cocina de medio mundo.

2. ¡Italia! – Les debemos tanto que no sé por ni dónde empezar.

Bueno, sí lo sé: Luchino Visconti, Sergio Leone, il dolce far niente, Amarcord de Fellini, la Grande Bellezza, De Sica. Y queso, también queso. Por ejemplo el Asiago, un queso de leche cruda de oveja proveniente de Vicenza y sazonado con granos de pimienta negra. Buenísimo. Los de Negrini saben lo que se hacen y aunque nos les gusta que les digas que se parece a la Torta del Casar- el mejor queso que comer se pueda según Camilo José Cela, que de éstas cosas sabía un rato- está muy, muy rico.

3. La Mancha – Del queso si quiero acordarme.

Queso manchego. Qué dos palabras tan sencillas y tan rotundas. Ojos del Guadiana que en los   World Cheese Awards 2015 ha sido coronado como el mejor del mundo, tiene todas las virtudes del mejor queso manchego que puedan imaginar (fuerza, intensidad, aceitillo y ese picor que hace que el paladar te pida a gritos un buen vaso de vino).

Y no se me ocurre nada mejor para acompañarlo que un Conde de Villaseñor, un Rioja Gran Reserva color rubí teja de media capa y fruta madura. Bueno, vale no. Ni idea de vinos pero éste estaba muy bueno, sí señor.

Y hablando de vino. La cerveza que servían en la jornada QdeQuesos los de Ámbar, especialmente la de trigo, que cuenta con todas las gamas que ofrece una belga, pero está hecha en Zaragoza y eso siempre es un plus, cojonuda, oigan. Excelsa. Tan buena que media escuela de hostelería andaba un poco piripi y a una servidora la confundieron con una estudiante. Y no, no estaba piripi. Bueno, un poco sí, porque recuerdo hablar con un señor que debía de ser crítico gastronómico y llevaba unas gafas redondas, sobre la posibilidad de fabricar ambientadores con olor a queso, a pan recién hecho, a humo de leña y a boñiga de vaca. Y esto es así.

Y hasta aquí llega mi crónica y mi Oda al Queso. Que no hay mayor placer que dar de comer y hacer feliz a la gente.

LECTURA RECOMENDADA: El arte de comer con los ojos.

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